martes, 15 de junio de 2010

Reportaje Museo ICONOGRAFICO de La Casa Grande

TORREJÓN - Reportaje

Vista general del Museo Iconográfico de La Casa Grande en la que se observa el techo cubierto de pan de oro y el mármol de Carrara que conforma el suelo. (Fotos: Iván Serrano)

Por Tomás Muñoz
Última actualización 09/06/2010@12:42:17 GMT+1
La Casa Grande de Torrejón alberga una importante colección de iconos religiosos. En los sótanos del complejo hostelero se encuentra el Museo Iconográfico, con más de 1.200 piezas originales de arte bizantino de gran valor.
Si el conocido novelista Dan Brown basara la acción de uno de sus best-sellers en la ciudad de Torrejón, casi con total seguridad el eje de la misma sería La Casa Grande. La trama se desarrollaría en sus salones, restaurantes y en su acogedor hotel; los misterios estarían inspirados en las piezas de valor incalculable que alberga esta vieja casona de labor del siglo XVI y sus protagonistas recorrerían la sala de exposiciones, la venta de bronces, la tienda de productos típicos de la tierra, el Salón de la Chimenea, la suite con la cama de Catalina La Grande o el Patio Toledano. El peso de la acción se ubicaría en la sala de arte morfológico, en la bodega, con sus inmensas y antiguas tinajas, o en el antiguo lagar, donde se conservan en perfecto estado dos prensas de 14 metros de longitud.

Los iconos proceden de escuelas tan diversas como Moscú o Kiev

Sin embargo, la trama argumental, casi con total seguridad, se centraría en el subsuelo. Y es que bajo tierra, La Casa Grande esconde una inmensa red de cuevas y pasadizos —hoy cerrados en su mayoría— que suponen casi una ciudad paralela a la que existe en superficie. El primero de estos pasajes lleva hasta uno de los grandes atractivos del complejo hostelero que es hoy la Casa Grande, el Museo de Iconos.

Un gran desconocido
No abundan los vecinos de Torrejón conocedores de que en su ciudad se ubica la mayor colección privada de iconos de toda Europa Occidental, con más de 1.200 piezas originales, en su mayoría de arte bizantino.




 Se trata de iconos que representan principalmente la vida de santos y vírgenes de la religión ortodoxa, procedentes de escuelas tan diversas y distantes como Moscú, Kiev, Novgorod o Monte Athos. “Es tal el volumen de piezas, que la exposición va rotando y debemos tener siempre algunos iconos guardados”. Quien explica el funcionamiento del museo es Paloma Onieva, una de las hijas del propietario de La Casa Grande, Rafael Onieva, además de la directora del hotel y del propio museo iconográfico. “Los iconos están considerados Bien de Interés Cultural y, por lo tanto, también salen al exterior de la mano de la Comunidad de Madrid o del Ministerio de Cultura”, aclara.

El espacio ocupado por los iconos fue antaño un horno de cerámica, utilizado por los jesuitas propietarios de La Casa Grande para fabricar ladrillos y tejas. Su aspecto actual, sin embargo, dista mucho de su cometido original, ya que su suelo está decorado con mármol de Carrara y el techo está recubierto por una fina capa de pan de oro, “cuidadosamente adornado por los alumnos de Bellas Artes”, asegura Paloma Onieva. Las piezas, que abarcan un espectro temporal que va desde el siglo XII al XIX, están cuidadosamente conservadas a una temperatura y humedad adecuadas, “para evitar que la madera se estropee”. La directora del museo reconoce que “en su momento solicitamos que este espacio fuera declarado como lugar de culto debido a la gran cantidad de material sacro que posee, pero no fue posible”. Aún así, el antiguo horno de los jesuitas alberga, a menudo, celebraciones como bodas civiles o bautizos. El museo también es visitado por los propios comensales y huéspedes de La Casa Grande, así como por alumnos de colegios, asociaciones y aficionados a los iconos. En él se han grabado documentales y se han realizado conciertos de música sacra.

Todo aquél interesado en visitarlo debe saber que tiene un precio simbólico de 1,50 euros por persona (para grupos), aunque si se es cliente de La Casa Grande la visita es gratuita. Su horario de apertura es de martes a domingo, de 11.00 a 18.00 horas, mientras que los lunes cierra sus puertas.

Rafael Onieva compró la colección a Otzoup antes de su muerte

La historia de miles de joyas
“Los iconos eran pintados por monjes durante varios días —explica Paloma Onieva— y durante su proceso de elaboración practicaban un intenso culto hacia Dios basado en el rezo, el ayuno, la oración y el sacrificio, con el fin de obtener la inspiración divina”. “En los dibujos abundan los valores cristianos, las representaciones y, sobre todo, la simbología en los colores y las formas”, matiza.

Quien comenzó la colección desde joven fue un teniente de los Zares rusos llamado Sergio Otzoup que luchó contra la Revolución Bolchevique a principios del siglo XX. “Tras la guerra, se exilió con su familia a nuestro país, concretamente a Mallorca, para, posteriormente, continuar la colección de iconos en los viajes que realizó con la División Azul”, confirma la responsable del museo.


El encuentro con Rafael Onieva, padre de Paloma, se produjo gracias al Marqués de Lozoya, quien les presentó mientras trabajaba en la reconstrucción de la historia de La Casa Grande. “Otzoup contó a mi padre que tenía su casa llena de iconos y necesitaba un lugar donde poder albergarlos”. Paloma Onieva explica que el militar ruso solicitó al Ministerio de Cultura de la época que hicieran un museo con su material. “Franco y el entonces futuro Rey de España se interesaron por la colección de Otzoup, pero los trámites eran lentos y él tenía miedo de morir sin dar salida a su importante conjunto de iconos; fue en ese momento cuando mi padre decidió comprarle íntegramente la colección para fundar este museo”.

La hija de Rafael admite tener buena relación con los descendientes de Otzoup, “que murió tranquilo porque, aunque no llegó a ver concluido el museo, supo que sus iconos estaban en buenas manos. Mi padre incluso lo amplió en unas 50 piezas”.

Un lugar mágico
“Los iconos parecen haber sido nuestros protectores, de hecho, creemos que si no hubiera sido por los Santos representados en ellos La Casa Grande jamás se habría mantenido con vida”. Paloma Onieva reconoce que las imágenes parecen tener un poder y apego especial al edificio que los acoge. “En una ocasión, vinieron los técnicos del Ministerio de Cultura a recoger algunos iconos para llevarlos a una exposición temporal y la puerta que da acceso al almacén no se abrió a pesar de que todos los días se abría sin problemas; tuvimos que romper la cerradura para poder sacarlos”.

“Hay quien cree que la Virgen Iverskaia procede de la catedral de Moscú (Rusia)”

No obstante, uno de los hechos más significativos ocurridos en el museo ocurrió hace algunos años. “Un hombre que estaba observando los iconos —recuerda Paloma Onieva— se arrodilló de repente frente a la Virgen Iverskaia (Novgorod, siglo XVI) y comenzó a llorar y a rezar muy intensamente, alegando que se trataba de la pieza original que desapareció de la catedral de Moscú en la revolución soviética”. El icono, de madera, presenta agujeros producidos por metralla tan sólo en las caras de la Virgen y del niño, “lo que puede estar provocado porque algunas de estas piezas en sus orígenes estaban recubiertas por oro o piedras preciosas”. La directora del museo rememora que tras la reacción de aquel visitante ruso, “el museo salió en todos los periódicos y se realizaron algunas pruebas al icono, aunque, finalmente, nos quedaremos siempre con la duda de conocer si es o no la auténtica Virgen de la catedral de Moscú”.

No deberían extrañarse los torrejoneros si, con el paso del tiempo, el propio Dan Brown se interesa por esta y otras historias relacionadas con el Museo Iconográfico —o por la Casa Grande en general— y hace una visita en búsqueda de documentación para una nueva novela. Lo que está claro es que material relacionado con símbolos, secretos, misterios e historia no le va a faltar.

Piezas religiosas cargadas de formas y colores simbólicos



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