martes, 1 de junio de 2010

Global Henares.com
TORREJÓN - Reportaje
UN REFERENTE HISTÓRICO Y GASTRONÓMICO
La Casa Grande, una gran joya cultural en el corazón del Corredor del Henares
Por Tomás Muñoz

Fotos: Iván Serrano

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torrejon@globalhenares.com
Última actualización 04/12/2009@11:22:33 GMT+1
La Casa Grande de Torrejón no es sólo un restaurante. La historia de su edificio y sus antigüedades la hacen única en el Corredor del Henares. Posee un museo de iconos, un taller de bronce y un hotel y, en los sótanos, conserva un lagar y una bodega de incalculable valor en perfecto estado. Sin duda, una joya por descubrir.

Si existe un edificio en la ciudad de Torrejón del que sus vecinos se sientan especialmente orgullosos, éste es la Casa Grande. Y es que, tanto por su continente como por su contenido, este espacio hostelero privado es un referente artístico y cultural que muy poco tiene que envidiar a algunos monumentos de la vecina Alcalá de Henares, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, a la Real Fábrica de Paños de San Fernando o al Palacio del Negralejo de Rivas Vaciamadrid.

Actualmente, la Casa Grande pertenece a la familia Onieva y fue, precisamente, Rafael Onieva quien la compró y restauró a principios de los años 70. Sobre su origen exacto existe poca documentación y, mientras las fuentes municipales lo ubican hacia el siglo XIV, “los historiadores contratados por mi padre establecen 1510 (siglo XVI) como fecha más aceptada”. Quien puntualiza este aspecto es Paloma Onieva, una de las cuatro hijas del e la
propietario y restaurador de la Casa Grande.


Las fuentes del archivo municipal describen la Casa Grande como “la granja que abasteció al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid, y en ella se producían alimentos, ladrillos y tejas que se destinaban a las obras que los jesuitas iban levantando”. La Compañía de Jesús fue expulsada de España en 1767 y posteriormente el edificio fue pasando por distintas manos, entre las que destacan el comerciante Juan de Aguirre, Alfonso Pignatelli de Aragón, José Rodríguez Sedano e incluso de nuevo los jesuitas. Terminada la Guerra Civil (1936 - 1939), una parte de la Casa Grande fue alquilada a la Guardia Civil.

Paloma Onieva recuerda que cuando su padre adquirió el edificio, en 1972, “éste tenía licencia de derribo para construir otros inmuebles encima”. En aquel momento, ocupaban la casa cinco familias de la Benemérita, había una cuadra e incluso un almacén de frutas y verduras. “Si mi padre hubiera derribado la casa y construido viviendas habría hecho más dinero que invirtiendo en ella para restaurarla, pero se enamoró desde un principio tanto de este lugar que incluso le trajo problemas familiares”, rememora Paloma. El sacrificio de la familia Onieva para sacar adelante la Casa Grande “fue una gran lucha —detalla la hija de Rafael Onieva—, ya que, a pesar de que mi padre fue pionero a la hora de traer industria a Torrejón y a la zona, nunca recibió ninguna ayuda ni subvención por parte de las administraciones públicas, porque en aquella época no existía la política de restauración de edificios antiguos y todos se derribaban”.
La Casa Grande perteneció en sus orígenes a la Compañía de Jesús
Incalculable valor

Tras las reformas necesarias y la restauración acometidas por Rafael Onieva, éste se encargó de dotar de un valor incalculable el edificio. Actualmente, la Casa Grande cuenta con dos restaurantes —Las Bóvedas (posible basílica donde oraban los jesuitas) y La Taberna—, además de 14 salones privados de diferente tamaño y estilo, todo ello repartido en 10.000 m2 de terreno, de los que 7.000 m2 corresponden al edificio.
Asimismo, la Casa Grande cuenta con un pequeño hotel con ocho habitaciones, una sala de arte morfológico con figuras fabricadas con piezas de automóvil, una tienda de productos típicos de la época jesuítica (vino, aceite y queso), numerosas antigüedades repartidas por todo el edificio, un taller escuela de escultura en bronce, un patio toledano e incluso con un museo de iconos, “catalogado por el Ministerio de Cultura como una de las exposiciones privadas más importantes de toda Europa Occidental —precisa Paloma— con más de 1.200 piezas de Arte Bizantino de distinto origen, fecha y escuela”. Esta muestra permanente, ubicada en los bajos de la Casa Grande, es visitable con o sin guía de 11.00 a 18.00 horas todos los días, excepto los lunes, y tiene la peculiaridad de tener todo su techo cubierto con pan de oro.

Además del importante museo iconográfico y de las innumerables antigüedades que adornan el conjunto (entre las que se encuentran desde muebles de la época zarista hasta un inmenso jarrón de la dinastía Ming), el visitante puede deleitarse con una pequeña exposición de motocicletas donde se hallan varios ejemplares originales del modelo BMW ROA, que utilizó la policía española y la Guardia Civil durante años. “Mi padre diseñó originalmente la ROA que, de hecho, es nombrada con las letras iniciales de su nombre, Rafael Onieva Ariza, y con 17 años comenzó a vendérsela a sus compañeros de universidad. Con 21 poseía una fábrica en la que trabajaban en torno a 2.000 personas y, posteriormente, la marca BMW le compró el conocido modelo”, puntualiza Paloma.

Taller, hotel y bodega

En el taller escuela de esculturas se puede contemplar y comprar piezas de bronce de gran calidad, aunque con la crisis se ha parado la producción. “Algunas de las obras han sido elaboradas por el reconocido creador Sebastián Santos, autor de la estatua de la Duquesa de Alba de Sevilla”, matiza Paloma. Sin embargo, el cliente o visitante de la Casa Grande suele quedarse prendado —con permiso del Museo de Iconos— de su pequeño hotel y de la antigua y bien conservada bodega.
El primero de ellos cuenta con ocho habitaciones en la parte de la buhardilla de la casa, todas ellas decoradas con antigüedades originales de incuantificable valor de distintas épocas y estilos. La suite, “perfecta para parejas recién casadas”, tal y como destaca Paloma, cuenta con un gran espacio decorado a la antigua usanza, lo que no impide que cuente con sauna, jacuzzi e hidromasaje. Entre los secretos de la Casa Grande se encuentra, precisamente, “la cama de la suite, que fue obtenida por mi madre —recuerda Paloma— a un anticuario que estableció que se trata del lecho original de la emperatriz rusa Catalina La Grande y, más allá de las dudas, está claro que pertenece a la realeza por la gran corona que ostenta y porque está datada en la época zarista”.
Pero la joya de la corona de la Casa Grande, cultural e históricamente hablando, está situada en su parte inferior, en su bodega y lagar (zona de prensa de uva) conservados en perfecto estado. “Fue cuando se descubrió esta parte de la casa cuando se decidió no derribarla”, aclara Paloma. El lagar atesora dos impresionantes prensas fabricadas con sendos troncos de 14 metros de longitud, “cuyo tamaño no existe ni tan siquiera en una zona tan vinícola como es La Rioja”. La hija de Rafael Onieva reconoce que les han sugerido y propuesto registrar el tamaño de las prensas en el Libro Récord de los Guiness “porque no existe en ningún documento una prensa de vino de semejante tamaño”. Esto demuestra, en palabras de Paloma, que Madrid era una zona muy vinícola en aquélla época, “a pesar de que los vinos de esta zona ahora no estén muy reconocidos”. Lo que sí recogen los archivos es que las prensas del lagar se utilizaron hasta 1927, año en que la plaga de filoxera asoló las vides de la zona. Ahora tan sólo se utilizan una vez al año, en la fiesta que realiza la Casa Grande en septiembre por la vendimia.

Junto al lagar se ubica un inmenso salón rodeado de tinajas de gran volumen que sirvió en su momento de bodega. “Ahora utilizamos este espacio un viernes al mes para celebrar una fiesta medieval abierta al público, ya que el entorno se presta mucho a ello”, indica Paloma, y añade que “aquí se producían cientos de miles de litros de vino, lo que la convertía en una de las mayores productoras de la zona”.

Por último, y casi como algo inevitable, debajo del lagar y la bodega se ubican los pasadizos abovedados que servían para comunicar las tierras con la casa. “A través de estos túneles cubiertos de ladrillo —relata Paloma— transportaban en mulas el vino e incluso en épocas de abundancia lo almacenaban para la crianza”.
Una gran aportación a la historia de la arquitectura española 

Al margen de las distintas versiones existentes sobre la fecha de origen de la Casa Grande, incertidumbre motivada por un incendio en los archivos que contenían la información, lo que está certificado oficialmente es que perteneció a la Compañía de Jesús durante la mayor parte de sus primeros años de existencia. En aquélla época, el caserón se ubicaba en las afueras del pueblo torrejonero, casi en mitad del campo. Se trataba de una gran casa de labor con basílica (actual restaurante Las Bóvedas), lagar, bodega y pasadizos para comunicar con las tierras, lo que confirma que la producción de la Casa Grande se centraba principalmente en el vino.

Para ello contaba con unos amplios terrenos de más de 100 hectáreas que actualmente ocupa la Base Aérea Militar.

El Marqués de Lozoya definió la Casa Grande de la siguiente manera: “El hallazgo de este caserón de Torrejón hizo a la historia de la arquitectura española una aportación que supera en interés a la revelación de una iglesia románica o de un palacio gótico. Porque iglesias románicas y palacios góticos hay muchos en España. Pero la antigua granja del colegio jesuitico de San Isidro es un monumento único, ejemplar, valiosísimo para conocer en toda su grandeza la arquitectura de las grandes explotaciones agricolas de la Meseta Central”.

Es indudable que el valor de la Casa Grande es inacalculable tanto de su edificio como de las antigüedades que posee. Precisamente, es este último aspecto el que la diferencia de otros caserones labriegos similares de la zona como el Palacio del Negralejo. A esto hay que sumar, además, que la Casa Grande da trabajo a unas 50 personas de Torrejón, sólo en la sección destinada a la hostelería.

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